sábado, 28 de marzo de 2020

- Experiencia en el desierto. Enero 2019


Penúltimo día del viaje.

Ya las emociones que se manejaban eran igual de fuertes que la confianza que nos unía. Yo sentía todo muy intensamente. A flor de piel. Muy a flor de piel.

Acampamos en el desierto. 
Montañas. Frío. Arena por doquier. Amigos nuevos. Carpas gigantes. Fuego y guitarra. Estrellas.

Y el gran inevitable sentimiento, que algo está llegando a su fin. 
Te duele un poco y te da nostalgia. Aun así, está esa luz que acaba de encenderse, muy bajita y que te golpea el pecho y te dice: ¡Dale! Es por acá. Seguí.

Nos llevaron de noche, iluminados por la linterna de un celular al medio del desierto. Solo veíamos nuestras sombras por la luz de las estrellas. A cada uno se le entregó un papel y una foto. Yo ya sentía que empezaba a llorar antes de agarrar el papel.

 ¿Qué loco no? Cómo te asusta cuando las cosas se terminan y qué miedo da lo que está por empezar a veces. Sucede que tanta mezcla ya me daba terror.  
La foto que tenía en mi mano era la de mi hermana. Las dos, de chiquitas. Una sentada en el inodoro y la otra al lado, ayudándola para no caerse. Literalmente, así es la foto. Una foto que tomó mi mamá cuando teníamos 5 años.

El papel decía, entre otras cosas:

¿Acaso viniste solo a este viaje? ¿No trajiste con vos todo lo que te trajo hasta acá? ¿Qué te trajo hasta acá? ¿Por qué este viaje? ¿Por qué acá? ¿Por qué en grupo? ¿Por qué vos? ¿Quién sos vos? ¿A dónde vas? ¿A dónde queres ir? ¿Me llevas con vos?

Y constaba de una actividad: mostrarle la foto a un miembro del grupo y contarle por qué esa foto era importante, cantarle una canción que solían cantarte de chico, contarle a otro miembro cuál era tu golosina preferida y qué sabías de tus abuelos.
Mi corazón se partió al medio. Estaba dejando ir todo lo que me había dolido, para volver a empezar. Sin garantía que lo nuevo no iba a dolerme. 
Pero ya lo viejo, no iba a doler más.

Nadie podía prometerme nada. Nadie podía asegurarme que lo nuevo que se asomaba no iba a dolerme. Creo yo que, de alguna forma, estaba llorando eso que me ató y abriéndole los brazos al universo estrellado para recibir un cuaderno con hojas lisas. 

Si, un cuaderno vacío para llenarlo a mi propio gusto.

Me fui a sentar sola, a una piedra que estaba cerca. Miré la foto y lloré tanto que empecé a temblar. No dejaba de ver la foto. Mi hermana. Mi vida entera. Se sumaron a la imagen de mi cabeza, mis papás.  Todo lo que yo era de alguna u otra manera, estaba ahí.
Frágil. A la luz. Lloro de solo escribir. No sé cómo acomodar tanto.
En ese momento todo me cayó encima. 

Quién era, no sé. Qué quería, menos. A dónde iba, no sé.

Me colmé de dudas. Lo único que podía y quería hacer, era llorar.
 Llorar tiene eso ¿viste?, te limpia de una forma tan hermosa, tan natural. Se removió en mí, todo lo que pensaba que de alguna forma estaba seguro. Desde la punta de mis pies, hasta el último pelo de mi cabeza estaban moviéndose con el viento. Como un barrilete, iban mis certezas. Volando a contraviento.  Lo único seguro era esa foto. En realidad, era el lugar al que me llevaba mirar la foto. Mi familia. Los llevo dentro, donde quiera que vaya. Pero ahora, ya sintiendo eso, a dónde iba.
Me levanté de la piedra, y entre las sombras vi a mi gran amigo caminando hacia mí. Siempre nos habíamos reído hasta descostillarnos, pero esa vez era distinto. Estábamos con el corazón en la mano. Te abracé, tan fuerte. Y lloramos sin parar los dos.

Fuiste mi lugar seguro en el medio del desierto. Y sentí al menos un poquito, que, si tenes el amor de los tuyos, cualquier lugar que elijas ir, va a estar bien.

Las preguntas que empecé a hacerme desde ese momento, significaron y significan búsqueda, dolor y alegría. Pero sobre todas las cosas

                                                               Movimiento.

Dejarme ir. 
Abrazarme. 
Abrazarme fuerte y abrir los brazos. 
Es que algo estaba por recibir.

Terminamos la actividad, abrazados todos. Hicimos un círculo bajo las estrellas. Hubo algunos que perdonaron a sus papás, otros que le pidieron un deseo al cielo, otros que agradecieron al grupo haber podido llorar después de mucho tiempo.
Yo por dentro, era un mar revuelto de nostalgia, tristeza, alegría, euforia, tranquilidad. Extremos. Canalizados en el abrazo del que estaba al lado, tomados por la cintura del otro. 
Sentí el tiempo. Nunca me había pasado antes, sentir el tiempo en carne propia. Eso estaba pasando, eso era. 


Era el tiempo haciendo lo suyo.


 Dejando caer lo viejo. 


Podando el árbol.







lunes, 16 de marzo de 2020

- superficie.

Esa sensación de estar         c a y e n d o
                            Eso
                                      tácito que está-

                                                        Está ahí.  No se va y no lo ves.

Hay algo latente. Ansiedad.
                                                        Permanente.

Sin embargo haces la cuenta,
                                   y dos más dos es cuatro.
                                   Pero en el fondo
                                                                     bien  sabes que es cinco.


Esa ansiedad
                           que te aplasta el corazón a veces.
Que está ahí, no se ve. La sentís.

                                           Te ensucia sin que te des cuenta.


Hoy le puse palabras. Lo hablé. 
                                        Me expresé.
                                                      y      SE ENCAUSÓ. 



En el momento en que lo latente,
                                                    sale a la superficie,
                                                     se vuelve un poco más ajeno.

                                                                                                                           No te domina. 
                       Hablá un poco más.

martes, 3 de marzo de 2020

hoy-

Mi pasado, 
                             estuvo ahí. 
Me constituyó.
                                    Allá. 

Pero hoy, es

                                       Acá. 

Es mi paso de hoy en día, 
                                   lo que va armando    m i      c a m i n o. 

Las huellas con el tiempo,
                                            van cambiando de forma. 
            Yo 
                    voy cambiando de forma. 

Un corazón que dolió,
es por que también sintió

                                   También amó. 


Quebrar la estructura. Patear 
                                              el tablero.
Desatar
                     el nudo. 

Elegirme, 
            por quién soy 
            HOY.