No espero nada a cambio. Es solo un trabajo
personal que me llevó y lleva 28 años.
Hoy me siento libre y liviana.
Si queres, lee. Tal vez te pasó alguna vez sentirte como yo me sentí.
No es mejor, ni peor.
Es mío y es honesto.
Hoy me siento libre y liviana.
Si queres, lee. Tal vez te pasó alguna vez sentirte como yo me sentí.
No es mejor, ni peor.
Es mío y es honesto.
Y eso vale.
MI HISTORIA
Hace un tiempo, alrededor de 10 años, un tiempo largo,
comencé mi terapia. No recuerdo bien el día exacto en el que empecé a
analizarme, pero si recuerdo cuál fue el principal motivo. MI MIEDO A LA
OSCURIDAD.
Me fui a sentar en un sillón, con un psicólogo, a tratar de entender por qué cada vez que llegaba la noche yo necesitaba dormir con una luz prendida. Varias hipótesis se fueron revelando· ¿Qué sucede alrededor mio cuando estoy con los ojos cerrados? Si, todo estaba relacionado con la famosa necesidad de querer controlar. Esa que todos guardamos bien adentro y pocos expresamos explícitamente. Pero está, y bien que nos arrastra a pensar demás, a contemplar todo tipo de solución posible por miedo a no saber actuar. Y lo único que hace es hundirnos. El control nos hunde. Y a mí varias veces me tiró para abajo.
Me fui a sentar en un sillón, con un psicólogo, a tratar de entender por qué cada vez que llegaba la noche yo necesitaba dormir con una luz prendida. Varias hipótesis se fueron revelando· ¿Qué sucede alrededor mio cuando estoy con los ojos cerrados? Si, todo estaba relacionado con la famosa necesidad de querer controlar. Esa que todos guardamos bien adentro y pocos expresamos explícitamente. Pero está, y bien que nos arrastra a pensar demás, a contemplar todo tipo de solución posible por miedo a no saber actuar. Y lo único que hace es hundirnos. El control nos hunde. Y a mí varias veces me tiró para abajo.
Con el transcurso de mi terapia, fui dándome cuenta de
muchas cosas que guardo. Al principio me consideré una persona muy expresiva. Siempre he sido de llorar mucho, de reír todo el tiempo, de permitirme estar mal,de hablar y reflexionar, sacar lo que no me gusta, y volver a rodar. Así fueron transcurriendo las sesiones, y yo jamás
lloré en ninguna de ellas.
Comencé a estudiar en la universidad. Arrancaba un ciclo. Nunca supe bien qué estudiar, pero algo tenía que estudiar, así nos
dijeron los mandatos y así yo los seguí. Si bien es cierto que un título
universitario te abre muchas puertas, no es garantía de absolutamente nada.
Amigos nuevos. Tardes de estudio con las chicas. Salidas
facultativas. Resúmenes prestados. Cumpleaños multitudinarios.
Mi carrera marchó en tiempo y paralelamente viajaba a Córdoba a ver a mi novio. Relación que padecí mucho
tiempo, pero aprendí y crecí en un año, lo que me hubiera tomado cuatro como mínimo.
Al terminar mi relación, comencé un tratamiento psiquiátrico.
Si. Tomé pastillas durante siete meses. Sentía una ansiedad insoportable, mi
cuerpo temblaba, mis manos estaban heladas y yo sentía que me iba a morir todo el
tiempo. Me sentía rara tomando antidepresivos a los 22 años. Siempre estuve en
contra de los psicofármacos, sin embargo estaba inmersa en una nube de ansiedad
y angustia que no podía salir.
Terminé el tratamiento gracias a mi terapeuta, la contención
increíble de mi familia y mis ganas de estar mejor. Sentí en ese momento, que
volvía otra vez al ruedo. Limpia y sana.
Qué importante es que te abracen cuando lo necesitas ¿no? ¿Cuántas personas están necesitando un abrazo justo ahora?
Corría el año y empezaba a descubrir mi gran gusto por el
arte. Me atrae mucho observar las distintas formas de expresión que tienen las
personas y las cosas maravillosas que se pueden lograr cuando experimentas
dolor, sufrimiento o felicidad extrema.
Comencé a tomar
clases de fotografía. Admiraba de hace tiempo algunos fotógrafos y consideré
que era una actividad fácil para empezar, no requería más que una cámara y no
debía mostrárselo a nadie. Si. Soy una persona que lucha constantemente con
las exigencias que se pone. Yo necesitaba sentirme buena haciendo algo,
necesitaba del reconocimiento de los demás cuando me expresaba. Es como un
gusto amargo que te queda dentro, hasta que oles el reconocimiento y el círculo
cierra, la cuenta da y todo cuadra. Así me sentía. Calculo que lo mamé de chica, desde mis
abuelos a mis padres y de mis padres a mí. Me exijo constantemente, sobresalir
en algo, ser buena en algo, si no soy buena desde el principio, no lo
hago. Me regalaron mi primer cámara,
nunca la pedí concretamente, pero si insistía con el tema de tomar fotos. Una
persona muy especial, con la que mantengo muchas conexiones inexplicables me
regaló mi primer Nikon 3200.
(Nunca supe bien
por dónde empezar a escribir ésto, evidentemente, exteriorizar lo que siento y
llevo dentro, parece que ha sido un buen comienzo. Las palabras han empezado a
fluir)
A medida que me iba interiorizando con la fotografía, conocí
un grupo de amigos, de esos que viven el día sin preguntarse por qué. Sin pensar
qué va a pasar mañana, sin asegurarse
nada y exprimir el momento presente. Implique lo que eso implique. Con ellos empecé a soltarme. Me llevaban a eventos y yo
sacaba fotos. La atención de alguna forma, estaba completamente puesta en mí.
Pero no por mí, por ellos, por la gente. La gente me prestaba atención, porque tenía
una cámara en la mano y porque era buena.
Creo que ahí puedo llegar a pensar que la fotografía
cambio de lugar en mi esquema. Me gustaba que me vieran sacando fotos. Me gustaba
sacarlas, me atraía, pero a veces era mayor el placer si alguien me veía
hacerlo. Depositando toda la atención en los otros, no en mí.
El foco estaba
fuera.
Paralelamente, descubrí mi gran amor por la música.
Siempre fui de tener un gusto variado, todo me gustaba o pasaba
por diferentes etapas. A veces pienso que lo que escuchas dice mucho de vos.
Me encantaba conocer bandas nuevas, ir a recitales o
toques acústicos, siempre prestándole muchísima atención a las letras. Las
letras lo son todo. Como siempre fui de escribir, mi idea siempre fue poder
cantar mis canciones. Pero nuevamente ahí estaba, temerosa y exigida. Yo tenía
que ser la mejor cantante cuando empezara a cantar, menos no. Aún cargada con esa
exigencia, comencé mis clases de canto. Calle Olascoaga, 10 AM, muy nerviosa.
Hacer algo que te desnuda y hacerlo de forma exigida, no lo recomiendo.
Sin embargo fui. Y empecé a rodar de a poco, completamente colmada de miedo e inseguridad, pero paciencia, algo que me cuesta muchísimo.
Hacer algo que te desnuda y hacerlo de forma exigida, no lo recomiendo.
Sin embargo fui. Y empecé a rodar de a poco, completamente colmada de miedo e inseguridad, pero paciencia, algo que me cuesta muchísimo.
Después de varios encuentros con mi profesora, empecé a desatarme.
No sé si era buena o no, lo cierto es
que me estaba animando. Me estaba animando a dejar de tener el control, a dejar
de pensar en qué piensan los demás.
En Diciembre de ese año, se hacia la muestra de canto. Yo
no dormí desde el día anterior. ¿Qué iba a hacer? ¿Iba a hacer el ridículo? ¿Me
iban a dejar de dar bola? ¿Iba a dejar de gustar de mí el chico que me gustaba? ¿Me van a seguir hablando? Se me cruzaban todas esas estupideces por la cabeza,
nuevamente el foco afuera.
8 de Diciembre. Auditorio Diario Los Andes. Tenía la boca
seca desde el día anterior. Demandé tanto tiempo atención y cuando tenía que
subirme a un escenario, ya no la quería.
El tema que tuve que preparar fue nada más, ni nada menos
que PUENTE, de Cerati.
Es increíble como a medida que escribo, entiendo que todo lo que me pasó está relacionado. Todo, absolutamente todo lo
que viví, estoy encontrándole un sentido.
La canción habla de usar el amor como un puente. Qué
clase de movimiento podes generar cuando no te queres, cuando no sentís amor
por vos. Es imposible florecer sin quererte. ¿Cómo encontras fuera lo que este dentro?
Voy ordenando a medida que describo, sepan disculpar el desorden.
Voy ordenando a medida que describo, sepan disculpar el desorden.
Subí al escenario, acompañada de una compañera. Ella iba
a ser mi apoyo,canta hace mucho tiempo y siempre se mostró muy bondadosa
conmigo.
La banda empezó a tocar. Mis papas y mi hermana me
miraban de lejos, si los veía me iba a
poner muy nerviosa.
Empecé a cantar y
el tiempo pasó volando. En ningún momento me escuché. Solo traté de entonar y
de terminar las frases pronunciando bien la letra. La canción iba llegando a su
fin. Cruza el amor, yo cruzaré los dedos y gracias por venir.
Mi mente voló.
Ya podía hacer lo que quisiera. Ya me había animado a
tanto. Me sentía poderosa, podía hacer todo lo que quería. Salí de ahí, llovía,
y le escribí al chico que me gustaba para salir esa misma noche. Nunca supo de toda esa revolución, me costaba tanto decir lo que sentía.
Fui un par de clases más, y no volví mas a canto.
Tuve mi primer guitarra, cuando conocí a Lisa, una
alemana como pocas. La historia es larga, pero con ella fui a comprar mi primer
y única Yamaha. Nunca me animé a tomar clases de guitarra. Siempre me sentaba
sola a intentar tocar tres o cuatro acordes cantando mis canciones. Frases van
frases vienen. Todo está escrito siempre, o a decir verdad, todo se va
escribiendo siempre. En ese tiempo, me enamoré por primera vez.
Venía de relaciones bastante efímeras. Yo nunca sabía bien
qué buscaba o qué quería. Quién era.
Entonces cada tren que pasaba, era una oportunidad de tomármelo y ver dónde me
dejaba. Me consideraba siempre la cola de un barrilete, siguiendo un viento
ajeno. Me amoldaba, permanentemente me amoldaba. Hasta que llegaba un punto dónde el disco rígido
marcaba error y ahí se me hacía imposible seguir.
Sufrí mucho, aprendí el doble y conocí grandes
personas en mi vida.
Sin embargo ese año, entendí cuánto lugar puede ocupar el
amor en tu cuerpo, en tu alma y en tu corazón. Fue un amor sano, de esos que te invitan a desarmarte con cariño y armarte con coraje. Aprendí lo lindo de
querer realmente a alguien, querer su libertad y defenderla como bandera y a su vez sintonizar en cada aspecto distinto
que uno se encuentra. Éramos chicos y había una gran salvedad. Él era de
Alemania y tenía que volver. Yo de Argentina, y debía continuar mi búsqueda.
Nos reencontramos cuatro años después, un 06 de Agosto,
mismo día en que lo conocí, recién llegado a la Argentina sentado en una plaza
leyendo Hesse. Le dediqué mil escritos y mil canciones, lágrimas y eternas risas y ojos llorosos
de amor y miedo.
Entiendo que hoy doy gracias y s u e l t o. Supe lo que significa realmente amar a alguien y conocer ese amor que nos libera y nos empuja. Ese amor del bueno.
Entiendo que hoy doy gracias y s u e l t o. Supe lo que significa realmente amar a alguien y conocer ese amor que nos libera y nos empuja. Ese amor del bueno.
El tiempo pasó, y nunca más volví a sentir esas ganas de
defender banderas de otro con tanto amor.
Nos separamos y mi vida volvió otra vez a llenarse de
replanteos y dudas. En realidad, siguió su curso tal como venía. Siempre
intentando probarme a mí misma, que en algo iba a ser buena. Tenía tanto
miedo a fracasar, que nunca seguía probando. Como cuando la comodidad de estar en el puente empieza a molestarte, pero no te atreves a saltar.
Todo se quedaba ahí. Guitarra, fotos y canto. Sentía que mi gusto por el arte, no cobraba vida si no era buena. Y así continué, pensando
que no era buena en eso o aquello, entonces era mejor no hacerlo. Claro está,
que tuve altibajos. A veces pensaba que sí, que si podía, que me tenía que desprender
de todo, tal como está escrito en mi brazo: SOLTAR. Pocas veces lo apliqué. Siempre amarraba con
miedo a quedarme sin nada.
Así fue pasando el tiempo, entrenaba e iba a trabajar (en
ese momento no me importaba tener otro trabajo, mentalmente no pensaba,
solo ganaba plata y la plata me posibilitaba a hacer todo lo que quería).
Un jueves 15 de Junio, murió mi abuelo. La primera muerte
cercana que vivo. Y eso, nos dejó a todos mirando para otro lado. Para atrás,
para el costado, pero no para adelante. Estáticos.
¿Saben por qué no pude verlo? Cuando mi hermana me
avisó por teléfono que ya no tenía pulso, yo estaba trabajando. Pedí un remis
para ir volando a su casa y el remis no llegaba. Yo no me atreví a tomar un auto
de la calle. Pasaron mil taxis en frente mío, y yo esperaba el remis.
Cuando llegué, ya había muerto. Hoy deduzco que fue por esa cuota de
miedo que no llegué mas rápido. El maldito miedo nuevamente metiendo presión. Cuando
entré, él permanecía acostado en su cama y yo me senté a su lado. Mi abuela
lloraba mares y yo la miraba y me preguntaba: ¿Qué te queda cuando no te queda
nada?
Es justo acá, cuando le doy la bienvenida a otra etapa:
Disimular mis emociones. Encubrirlas.
Sentí que tenía que ser fuerte para todos. Tenía que
ayudar a mi abuela, a mi mamá y por sobre todas las cosas a mi hermana.
Yo iba a poder mantener todo eso, mi angustia podía pasar
para más adelante. Yo iba a poder contener a mi hermana, que ya venía entrando
en su enfermedad, y yo solo quería que todos se salvaran de sufrir. Total yo
siempre fui introspectiva, siempre pude resolver las cosas. Lo cierto es que
del 100 por ciento de cosas que consideraba que podía resolver, había un 70 por ciento que callaba. Y esas que guardas, se anidan.
Lo bueno y lo malo, se va haciendo carne. Y es muy difícil raspar lo malo después.
Nunca pude llorarlo a mi abuelo. Solo lloré cuando vi a
mi primo sostener el cajón. Fue un solo momento, no logré disimular y estallé en llanto. Salí corriendo y me choqué con mi amiga Vito, nos acercamos muchísimo
con el tiempo. Ella estaba ahí, me abrazó y me dijo TRANQUILA. Lloré en su
hombro un buen rato.
A partir de ahí, le escapé a mis sentimientos. Me volví
fría. No sé si es bueno o malo, pero lo cierto es que comenzó volverse cada vez
más difícil poder expresarme o conectarme conmigo misma. Cuando me conectaba, me dolía y me daba miedo sufrir aún más. Sentía que si usaba el corazón, iba a ser
vulnerable o alguien perfectamente podía usarlo en mi contra. Siempre la culpa
la deposité afuera. Siempre el otro tenía más poder que yo y podía contraatacar. Desligada completamente de mis acciones, eran ellos, no yo.
Me fui acostumbrando a no expresarme y a suponer y esa
es la receta perfecta para volverte un tempano de hielo. Excepto cuando te
enamoras. Ahí no podes tapar lo que sos. Te convertís en una hoja de papel, la
parte que no queres que salga, sale como
una olla a presión que no para de hervir. Hace burbujas y pareciera que va a
explotar.
La enfermedad de mi hermana comenzaba a notarse cada vez más.
Yo sentía que no podía darme el lujo de estar mal. Yo tenía que seguir
manteniéndome fuerte y de piedra, tener las cosas claras y al alcance de mi
mano, para poder utilizarlas cuando alguien las necesitara, Alguien, no yo.
Alguien.
Me costó gran parte de mi felicidad, el no conectarme
conmigo para estar entera para el otro. Lo cierto, es que estaba a la mitad, intentando
darle fuerzas a alguien que estaba a pedazos. Y cuando algunas veces
me sentía bien, automáticamente me sentía culpable por estarlo. Porque mi
hermana, la persona que más amo en mi vida, estaba quebrándose de a poco. Como podía
ser, que yo viendo como estaba ella, me encontrara bien.
La enfermedad y el sufrimiento de mi hermana, confieso
que me enfermaron. Me puso, nuevamente con
esa pared. Me conecto o uso mi cabeza para hacerla salir de esto. Si. Yo pensaba que tenía el poder para sacarla y que era responsable de su felicidad.
Espantosa forma de anularla inconscientemente. Necesitaba sentirme fuerte para
darle mi apoyo fríamente, sin caer con ella al mismo pozo de ansiedad. Fríamente,
imposible.
Cuando dejas tu emocionalidad de lado, la inercia se empieza
a apoderar de vos. Empecé a hacer las cosas por inercia. Trabajar, entrenar, comer y juntarme con amigos. Pocas veces me reí hasta estallar y no hubo vez en la que volví a llorar.
Yo tenía que ser un poste de luz para cuando mi hermana
necesitara agarrarlo. Lo cierto es que mi luz estaba apagada y no se veía. Yo no me veía, por consecuencia nadie me
veía.
Con el pasar del tiempo me fui apagando, y ella, gracias
a todo su tratamiento y al apoyo y amor incondicional de la familia, empezó a salir adelante. Es increíble como
brillan los ojos de alguien que superó algo. Como se nota esa plenitud en la
cara. Con ella aprendí eso. Los ojos de los que luchan, brillan.
Sin embargo, hoy me reconforta poder AGRADECER todo lo que pasó. Siento que su superación, me invito a seguir adelante y poder encargarme de mi. Sí. Confieso que no podía verlo, dependía de su recuperación. En la medida que voy relatando esto, entiendo que nunca fui responsable de su estado. Las personas podemos acompañarnos, sin encimarnos.
Sin embargo, hoy me reconforta poder AGRADECER todo lo que pasó. Siento que su superación, me invito a seguir adelante y poder encargarme de mi. Sí. Confieso que no podía verlo, dependía de su recuperación. En la medida que voy relatando esto, entiendo que nunca fui responsable de su estado. Las personas podemos acompañarnos, sin encimarnos.
Fue pasando el tiempo, y sentía que me vida estaba estática
de nuevo. Hasta que finalmente, una luz se había prendido. Iba a comenzar los
preparativos para viajar a Israel. Un viaje donde pocos tienen la posibilidad
de hacerlo, un viaje con 40 personas de toda la Argentina, 10 días viviendo y
recorriendo juntos.
Parecía que ahí, justo ahí, había un objetivo. Mis días en el
trabajo empezaron a cobrar un sentido.
Me iba de viaje. Tenía que ahorrar y
prepararme para irme lejos.
Viajé a Israel. Siempre me sucede que cuando viajo, me doy
cuenta que quiero salir de donde estoy. Pareciera que el lugar que estoy ocupando no me gusta y se hace muy visible cuando
estoy de viaje. Traduzco que son resistencias permanentes a salir de mi zona de
confort, de mi guarida. Pero cuando salgo, el sentimiento de placer es extático
y quiero más.
Pisé Buenos Aires un día antes, para luego viajar a Medio
Oriente. En mi cabeza trataba de mantener mi autoestima alta, a pesar que
estaba frágil. Lo que me decía, sinceramente no me lo creía mucho. En ese
momento no me había dado cuenta del poder que tienen las palabras que usas con
vos mismo.
Conocí personas hermosas. Cada cual con su batalla, con
sus ojos llenos de felicidad, tristeza, luchas, exigencias, miedos, amor y
vida.
El viaje fue muy intenso. Lloré hasta despedazarme el
alma y me reí hasta reventar. Caminé horas hablando de cosas de la vida, conté
mi historia a personas que no conocía. Me animé a hablar en público, algo que
me cuesta horrores hacer. Me dí cuenta que sigo siendo la misma persona
sociable y buena que cuando tenía 10 años. Que si puedo valerme por mí, que sola soy
grande. Que sola puedo.
Se iba a acercando el final del viaje y otra vez, esa idea de volver a lo que no me
gustaba, empezaba a hacerse notar. Los viajes tienen eso viste? Te dan vueltas,
te revuelven y después te escupen, estés donde estés. Y ahí vos tenes que
arreglártelas. Qué dejas? Qué te llevas con vos? Mi corazón era un quilombo.
Una de las amigas que hice en el viaje, la noche anterior
me dijo: Mereces que te pasen coas buenas Lari. Esa misma noche hablé con mi
mamé, y ella repitió: Cree con todas tus fuerzas que mereces cosas buenas.
Algo se había encendido, yo sabía que se había encendido.
Pero estaba en medio del incendio. Me había quemado mil veces, ahora tenía que
tirar agua, y ver de todo eso que ardió, cuáles eran las cenizas y cuáles no.
El viaje me dejo grandes amigos, y personas muy especiales en mi vida, que sin saberlo, me ayudaron a retomar mi camino de introspección.
Creo que siempre estuvo, pero estaba dormido. Y hoy siento finalmente que comenzó a despabilarse.
Siento que la nebulosa en la que estoy, es posible que con el tiempo y mi voluntad vaya cediendo. Sacarme todo lo que siento, ponerlo sobre la mesa, despojarme y ser vulnerable. Porque a decir verdad, lo soy. Lo somos. Vulnerable, intensa, fiel y sobre todo l e a l. Leal a eso que implica desabrocharse el cinturón y salir. Y yo sentí eso. Me podía sacar el cinturón y elegir qué quería, o bien por dónde quería empezar. Escribir era la primer parte.
Desnudarme ante mi vista, iba a hacer que los otros también se desnuden como acto colateral.
A lo largo de mi vida, cada experiencia que he tenido,
hoy siento que va cobrando sentido. He aprendido infinidad de cosas, en la
medida en que me permito expresarme. Es la única forma que encuentro que las
cosas pueden “salir bien”. Si soy honesta conmigo misma, la dirección que tome
ese camino, será la que corresponde.
Sentía culpa por la situación de mi hermana, sentía culpa
por sentirme bien cuando ella estaba mal, guardé modelos de mis padres por miedo a
perderlos cuando me independizara, me basé pensando en el afuera y elegí muchas
cosas sin quererlas.
Sin duda, sin el espacio que me brindaron en casa, no
hubiera podido crecer como crecí. Que haya un contexto que posibilite el cambio
con amor, es MAGNIFICO. GRACIAS.
Hoy entiendo sus formas.
En mis 28 años me he hecho muchos planteos, he
vivido muchas emociones fuertes e intensas, he llorado mucho y he reído
muchísimo.
Me he metido dentro y he revuelto mi interior.
Hoy estoy sacando esas hojas secas, y regando las semillas que quiero plantar.
Una vez que visualicé algo mío, ya no tengo forma de ir
hacia atrás.
Cuando subís ese escalón, ya no podes bajarlo. Puse en
palabras todo lo que sentía y se fue ordenando solo.
Las palabras son simples, pero atesoran significados,
dinamitan creencias, y pueden establecer un sistema de creencias y percepciones,
que rigen nuestra vida.
Hoy comprendo cuán importante es usar buenas palabras
conmigo misma. En la medida que voy aprendiendo a quererme, son cada vez más
las palabras positivas que uso conmigo y por ende, las palabras que uso con
el resto de las personas.
Un ejercicio de meditación que hice en terapia, fue de
pedirle al universo AMOR. Todo lo que se relaciona con el amor, es
indefectiblemente, positivo y poderoso.
Noto que cada vez que hago ese ejercicio, me siento
tranquila, puedo expresarme y logro recibir la información del afuera de mejor
forma. Entiendo que cada mínima interacción
que tengo con el mundo exterior, depende de mí. No del resto. De mí.
Camino por la calle y comprendo que la persona que va por
la senda de enfrente, también tuvo o tiene el corazón roto, aquella otra también está
sufriendo por sus exigencias, la que viene caminando a metros de distancia
también desea cambiar su trabajo y no aguanta más no ser escuchado. Todos
tenemos una historia por contar.
Entiendo que el miedo, si no nos ata y paraliza, nos
t r a n s f o r m a. Y eso depende de mi.
El miedo, la inercia y la inestabilidad son POSIBILITADORES de cambio. Como lo es la EXPRESIÓN.
El miedo, la inercia y la inestabilidad son POSIBILITADORES de cambio. Como lo es la EXPRESIÓN.
El control aún así existe, pero hay situaciones que dependen de
vos y otras que no.
Expresarte, te libera. Te aliviana el corazón. TE MUEVE.
Y cuando te moves,
ya saliste del lugar en el que te encontrabas.
ya saliste del lugar en el que te encontrabas.
Siento orgullo por la valentía mi pequeña. Enfrentarse, realmente, a uno mismo, es lo más valiente que podemos hacer.
ResponderEliminarSomos muchos en el mismo camino, y agradezco tener la lucidez para verte.
Te quiero y te abrazo.
Chiquita me has clavado las mas profundas emociones las lagrimas no dejan de caer si antes pensaba que eras hermosa ahora pienso que hermosa que chico
ResponderEliminarSOS tan maravillosa, tan profunda, leal, correctisima en tu expresión, clara en tus contenidos, sos Lara y TE MERECES LO MEJOR!!! Orgullosa de ser tu tía, gracias por el lugar que me has dejado ocupar en tu vida, te amo sin límite posible!!!
ResponderEliminarLari realmente me ha conmovido profundamente lo que has descripto.Es verdaderamente maravilloso y profundo.Estoy orgulloso de vos y te espera un futuro lleno de dicha y amor , que es lo que vos has dado a todos en estos 28 años.Te amo mucho Papa
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